Arturo Herrero

Memoria selectiva

[…] De modo que no guardo de mí pasado más que lo que llevo detrás de la frente. En estos momentos, todo lo demás me resulta inaccesible o, incluso, perdido. Pero nuestra generación ha aprendido a conciencia a no llorar las cosas perdidas y, además, quién sabe si la falta de documentación y de detalles no acabará redundando en beneficio de este libro. Porque yo no considero a nuestra memoria como algo que retiene una cosa por mero azar y pierde otra por casualidad, sino como una fuerza que ordena a sabiendas y excluye con juicio. Todo lo que olvida el hombre de su propia vida, en realidad ya mucho antes había estado condenado al olvido por un instinto interior. Sólo aquello que yo quiero conservar tiene derecho a ser conservado para los demás. Así que ¡hablad, recuerdos, elegid vosotros en lugar de mí y dad al menos un reflejo de mi vida antes de que se sumerja en la oscuridad!

El mundo de ayer: Memorias de un europeo, Stefan Zweig.

Montaigne no se cansa de lamentarse de su mala memoria. Junto a una cierta pereza, ve en ella el verdadero defecto de su ser. Su entendimiento y su capacidad de percepción son extraordinarios. Lo que ve, lo que comprende, lo que observa y reconoce, lo capta con el ojo rápido del halcón. Pero luego es demasiado holgazán, como se reprocha constantemente, para ordenar sistemáticamente estos conocimientos, desarrollarlos con lógica, y, apenas ha concebido un pensamiento, lo pierde y lo olvida. Olvida los libros que ha leído, no tiene memoria para las fechas, no recuerda los acontecimientos esenciales de su vida. Todo pasa por delante de él como un río y nada se le queda, ni una convicción profunda, ni una opinión sólida, nada fijo, nada estable.

Esta debilidad de la que Montaigne tanto se lamenta es en realidad su fortaleza. Esta actitud de no quedarse con nada lo impulsa siempre a ir más lejos. Para él nada está acabado. No se instala en sus experiencias, no reúne un capital del que vivir, sino que su espíritu debe ganárselo continuamente. De modo que su vida es un constante proceso de renovación: «Estamos siempre recomenzando a vivir». Las verdades que descubre ya no lo son al año siguiente ni, a menudo, al instante siguiente. Tiene que buscar de nuevo. Y así surgen muchas contradicciones. Tan pronto parece un epicúreo como un estoico o un escéptico. Él lo es todo y no es nada. Siempre es otro y siempre el mismo.

Montaigne, Stefan Zweig.

En general, me esfuerzo por memorizar un detalle curioso sobre un hecho concreto (o sobre una persona o un fenómeno). Es difícil memorizarlo todo, y aunque pudiera hacerlo, se me olvidaría enseguida. Por tanto, trato de simplificar los recuerdos a través de detalles concretos. A eso me refiero cuando hablo de proceso de selección.

¿Cómo y cuáles son esos detalles? Deberían ser cosas concretas e interesantes que sorprendan. A ser posible, mejor algo que no tenga una clara explicación y más aún si se trata de algo no razonable. Si es algo que encierra una contradicción, de inmediato suscita un pensamiento o aviva un misterio. Yo colecciono ese tipo de detalles, los clasifico con un etiquetado sencillo, fecha, lugar, circunstancia y los guardo en mi mente. Se puede decir que es casi como si los guardara en una taquilla personal. Para este ejercicio convendría apuntarlo todo en un cuaderno, por supuesto, pero yo prefiero confiar en la memoria porque la disciplina del cuaderno me da pereza y al escribir en él me relajo y de inmediato lo olvido todo. Cuando uno confía en la memoria, tiene lugar un proceso de selección natural que conserva lo importante y elimina lo superfluo. Yo me decanto por ese procedimiento.

De qué hablo cuando hablo de escribir, Haruki Murakami.

May 02, 2021 | @ArturoHerrero