La individualidad humana
Los seres humanos se han formado sus propias ideas en cada cultura y cada época, por ejemplo, sobre el mundo. Es posible que nuestros antepasados, que hasta hace setenta mil años vivieron en África, pensaran que la Tierra se componía de sabana, selva, montañas, valles, ríos y lagos. Sus descendientes, que avanzaron hasta dar el salto a Eurasia, comprobaron que no solo existía la tierra firme, sino también una gran extensión de agua salada, y revisaron su idea del mundo: la Tierra era un disco plano rodeado de un mar que se extendía hasta sus bordes.
Ya en el siglo IV antes de Cristo algunos sabios llegaron a la conclusión de que la Tierra tenía la forma de una esfera. El filósofo griego Aristóteles dio tres buenas razones. La primera era que cuando un barco se hacía a la mar, primero desaparecía de la vista el casco y después la vela; la segunda, que en un eclipse lunar la sombra de la Tierra proyectada sobre la Luna era siempre redonda; y la tercera, que en los países meridionales las constelaciones propias del sur estaban más altas sobre el horizonte que en los países septentrionales. No obstante, la gran mayoría de los humanos se mantuvo en la idea más acorde con la realidad de su vida: la Tierra era un disco plano.
También para el genovés Cristóbal Colón la Tierra era una esfera. Estaba convencido de que era posible alcanzar China e India navegando hacia el oeste, y en 1492 zarpó con tres naves en esa dirección. Pero no arribó a China, sino a América. Su error fundamental fue no considerar la posibilidad de que entre Europa y Asia hubiera otro gran continente. En 1519, el portugués Fernando de Magallanes se dispuso a dar la vuelta al mundo con cinco naves. Murió en la expedición, pero su timonel, Juan Sebastián Elcano, culminó en 1522 la primera circunnavegación de la Tierra. Su forma esférica quedó así confirmada, y el mundo la reconoció.
Pero más tarde volvieron a cuestionarse las ideas sobre nuestro planeta, esta vez sobre su posición en el cosmos. A principios del siglo XVII Nicolás Copérnico, Galileo Galilei y Johannes Kepler llegaron a la misma conclusión: el Sol no giraba alrededor de la Tierra, sino la Tierra alrededor del Sol. La visión heliocéntrica del mundo causó una gran conmoción, pero fue el comienzo de la descentralización de nuestro planeta. Le siguió el descubrimiento de que el sistema solar no ocupaba el centro del universo, sino que se hallaba en el borde de la Vía Láctea. Y por último se constató que esta solo era una de las cien mil millones de galaxias existentes, cada una compuesta de una media de cien mil millones de estrellas con los correspondientes miles de millones de planetas orbitando a su alrededor.
¿Qué nos enseña esta breve crónica de las cosmovisiones de nuestros antepasados? En todas las culturas y todas las épocas, los humanos se han representado el mundo de la manera más compatible con sus percepciones y experiencias. Cuando aparecían nuevas concepciones, adaptaban a ellas su visión del mundo. Este mismo proceso se dio también gracias a los descubrimientos en ciencias como la biología, la física o la psicología. La idea del ser humano siempre ha sido —como su visión del mundo— expresión de una cultura y una época particulares. Y el mismo proceso que observamos en nuestra historia acontece también en nuestra propia vida. Una y otra vez adaptamos nuestras ideas a las circunstancias cambiantes, y las más corrientes son, como las de los astrónomos, siempre provisionales. Esto, no obstante, no nos impide dar por definitivos nuestros conocimientos de cada momento, pues no podemos representarnos los futuros.
La individualidad humana: ¿Qué nos hace diferentes y cómo aprovecharlo?, Remo H. Largo.
June 29, 2020 | @ArturoHerrero