Arturo Herrero

H. Solano

Hoy estamos aquí para honrar la memoria de mi padre, pero me gustaría en primer lugar dar las gracias a mi madre por la maravillosa persona que es, su trabajo y dedicación. Gracias, mamá.

Mi madre me pidió que dedicara unas palabras durante el funeral de mi padre pero es imposible expresarlo mejor que Jorge Manrique cuando escribió en el siglo XV las coplas a la muerte de su padre:

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

Yo soy incapaz de escribir un poema de lamentación, pero voy a intentar escribir un elogio a la muerte de mi padre.

Comenzaré, ante todo, explicando que mi padre fue dos personas distintas a lo largo de su vida: una antes de la enfermedad y otra después. La enfermedad desdibuja a una persona hasta convertirla en un desconocido. Tanto es así que mi mujer no ha llegado a conocer realmente a mi padre, ya que apenas compartieron un par de ocasiones en 2015 cuando él todavía estaba bien. La ciencia y la medicina le permitieron vivir 7 años más y pudo conocer a su nieta, aunque no disfrutarla. Asusta darse cuenta de la fragilidad de todo lo que nos rodea. Polvo eres y en polvo te convertirás o, como él solía decir, vanidad de vanidades todo es vanidad.

Ahora, es mi responsabilidad contarles quién fue mi padre, quién fue su abuelo.

El problema es que «cuando un anciano muere, una biblioteca arde». No sólo perdemos a una persona sino todo el conocimiento y sabiduría acumulados a lo largo de la vida. Desaparece parte de nuestro mundo, de nosotros mismos y nuestros recuerdos, aspectos únicos de nuestra vida que tal vez nunca nos contaron. Desaparece “el mundo de ayer”, el mundo que conoció y del que fue testigo. Es como si se quemara una biblioteca llena de libros valiosos y únicos que no pueden ser reemplazados, o en su caso de cuadros y obras de arte.

Tratar de la explicar la vida de una persona es una tarea imposible. Podría contar algunas anécdotas de su vida: su época en el internado cuando era niño, la magia que suponía para un chaval una Gran Vía llena de cines con carteles pintados a mano en los años 60, sus primeros trabajos, empezar a pintar, conocer a mamá, juegos con nosotros de pequeños…

Repasando la vida de mi padre, me he dado cuenta de que lo importante no son los grandes logros y proezas que uno logra en la vida sino las escenas cotidianas e íntimas del día a día.

La palabra “recordar” proviene del latín “recordari”, que se forma a partir de las palabras “re” (de nuevo) y “cordis” (corazón). Antiguamente se pensaba que la sede de la memoria se ubicaba en el corazón. Recordar quiere decir mucho más que tener a alguien presente en la memoria. Su significado original era “volver a pasar por el corazón” o “volver a traer a la mente algo que se tenía en el corazón”. Así que si decimos que estamos recordando a alguien, lo que en realidad estamos diciendo es que le estamos volviendo a pasar por el corazón.

¿Quién era mi padre? Mi padre son los siguientes recuerdos:

  • Madrugar para veranear en Santa Pola escuchando Los Sabandeños en el coche
  • Jugar a la petanca, las carreras de chapas y el frontón
  • Las espalderas
  • Los partidos de tenis durante los fines de semana
  • Lavarse con agua fría de la nevera por las mañanas
  • La estufa que ponía aquellas mañanas de invierno antes de llevarme al colegio
  • El zumo de naranja recién exprimido
  • Las discusiones durante las comidas en los fines de semana
  • Salir al coche las tardes soleadas de invierno para leer el periódico y echar una cabezadita
  • Las noches en los que cenábamos juntos en la cocina
  • El kéfir que tomaba todas las noches
  • El aloe vera
  • Los cuentos infantiles y el Sartenero
  • Quedarse dormido en el sofá por las noches mientras veía la tele
  • Nueva York y Frank Sinatra
  • El cine y las películas clásicas que tanto le gustaban
  • Ciudadano Kane
  • Su estudio de Don Felipe y la cola de conejo
  • 915227291
  • Dos de las palabras más bellas del diccionario: cornucopia y paspartú
  • Un bote de cristal lleno de pinceles
  • Las acuarelas y las obras de arte
  • H. Solano

Estos y muchos más son los recuerdos de mi padre. Cada uno tendréis los vuestros y seguramente compartamos muchos de ellos. Espero que la vida me brinde—nos brinde—muchos momentos para poder recordar a mi padre, es decir, para volverle a pasar por el corazón. Muchas gracias.

June 20, 2023 | @ArturoHerrero