Casanova
Casanova es un dilettante en todas las artes creadas por Dios: Escribe versos ripiosos, hace filosofemas soporíferos, rasca el violín, y cuando conversa, en el mejor de los casos, lo hace como un enciclopedista. Más entendido es ya en los juegos que inventó el diablo: faraón, biribí, dados, dominó, timos, alquimia y diplomacia. Pero maestro, verdadero maestro, mago indiscutible, lo es solamente en una cosa: en el amor. Todos sus talentos dispersos, sus múltiples dotes, se reúnen, como por mágica alquimia, para formar el talento puro de perfecto erótico; él, que es dilettante en todo, es en el amor un genio indiscutible. Su cuerpo parece ya creado para el servicio de Venus. La Naturaleza, generalmente tan ahorrativa, en este caso ha metido en el crisol todo lo que puede ser agradable: sensualidad, fuerza, belleza, y con ello ha formado un hombre destinado al placer de las mujeres, un macho, un varón de peso reglamentario y al mismo tiempo atractivo: un ejemplar fuerte y ardiente del sexo masculino; en él es perfecto el molde y perfecta también la fundición.
Nada más lejos de la verdad si uno se imagina a Casanova como el tipo de belleza que pudiéramos llamar moderna, es decir: esbelto, bel uomo, efebo. No; él es un verdadero semental con hombros de hércules, músculos de luchador romano, belleza morena de cíngaro, empuje y descaro de condottiere y el ardor de un fauno. Su cuerpo es metal y rezuma fuerza y potencia. Varias veces sufre la sífilis, dos se envenena, recibe una docena de estocadas, pasa años de oscuridad allá en los Plomos y en los insanos calabozos españoles. Hace rápidos viajes desde la Sicilia calurosa a los fríos de Rusia y todo eso no reduce en un ápice su potencia fálica. Le basta recibir el fulgor de una mirada, un contacto, la proximidad tan sólo de una mujer, y se inflama todo entero y su sexualidad invencible se despierta.
Casanova, Stefan Zweig.
June 28, 2020 | @ArturoHerrero